Hay más de mi en un mundo encerrado.

Pues, yo te escribiré; yo te haré llorar. Mi boca besará toda la ternura de tu acuario.

miércoles, 29 de febrero de 2012

More than just holding hands.

 Subí al colectivo, busqué asiento, no encontré. Una cuadra, dos cuadras, tres cuadras, y el colectivo se empieza a llenar. La gente se inquieta, se queja, se empuja, y se arrima a la puerta más cercana. Uno también busca de dónde agarrarse para no caer; buscamos pasamanos, respaldos de asientos o a nuestros mismos acompañantes.
 Agarré el respaldo de un asiento tratando de hacer equilibrio entre el tumulto de gente empujándose entre sí y el movimiento del vehículo al compás de la prisa del conductor. Estaba rodeada de rostros desconocidos, imaginando y tratando de descifrar las historias que escondían. De golpe, pego un brinco, me asusto: un hombre, desconocido, me toma de la mano por equivocación al querer hacer equilibrio. "Perdoname, fue sin querer" me dice, muy apurado y enrojecido; yo, doblemente colorada, le contesto: "no te hagas problema" con una estúpida mueca en la cara. Después de eso me queda la sensación del contacto de su mano con la mía por el resto del viaje, sin querer mirarlo por nada del mundo, ni que él me mirara a mi. Me quedé largo rato pensando en si había contestado bien a sus disculpas, y hasta pensé otras respuestas mucho mejores, pero en lo que no pude parar de pensar fue en el por qué de sus disculpas.
 Sé que las manos son elementales para todo tipo de cosa que querramos hacer: agarrar, sostener, empujar, apretar, escribir/pintar, etc. Pero también con ellas acariciamos, tomamos de la mano a otras personas, quizás para darles valor o fuerza, o simplemente compañía; creamos vínculos especiales. Y eso, todo eso, es lo que compartió este hombre conmigo al tocarme la mano. Compartió un vínculo: parte de su vida, de su persona. Tocó mi mano como alguna vez tocó la de una persona amada, compartiendo (sin querer) hasta sus más profundos secretos, y no por eso debía perdonarlo ni él disculparse. No sé qué tocó antes de tocarme, o a quién; no sé tampoco a qué o a quién después, sin embargo produjo que pensara todas estas cosas en un viaje de colectivo.
 No sé quién es, ni sé si sigue vivo, sólo sé que por un instante compartimos cosas muy íntimas sin darnos cuenta. También es por eso que, la próxima vez que alguien me toqué la mano de esa forma, me voy a sentir afortunada, ya que un desconocido compartió su vida conmigo; pero también me voy a sentir insegura, ya que alguien más sabe todos mis secretos.

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