Hay más de mi en un mundo encerrado.

Pues, yo te escribiré; yo te haré llorar. Mi boca besará toda la ternura de tu acuario.

sábado, 30 de abril de 2011

 Desvaloramos tanto las cosas que ni siquiera podemos escuchar el ruido de la lluvia contra el techo, opacamos el ruido de los relámpagos con la tele, la música, o algo por el estilo.
 Si algo  me gusta de la naturaleza misma, es la Lluvia. No sé muy bien por qué, pero siento que es algo magnífico, mágico, hermoso.
 "La lluvia borra la maldad y lava todas las heridas de tu alma", excusa más que válida que da Luis Alberto Spinetta para amar a este terrible fenómeno. Y aunque a veces cause tristeza o nos recuerde lo solos que estamos, también nos acompaña para demostrarnos que por más que estemos como estemos, el mundo sigue su rumbo sin modificarse, dándonos así más razones para seguir adelante.
 Como bien leí en Los ojos del perro siberiano, el autor cuenta que el día del entierro de Ezequiel, el hermano, no había ni una sola nube, y los rayos de sol estaban más fuertes que nunca, lo que no combinaba en lo más mínimo con el momento por el que estaba pasando; más bien, lo harían las nubes y la lluvia. Como él me sentí cuando me pasó; sentía que el sol estaba desubicadísimo ese veintisiete de junio, que en su lugar debía estar la lluvia, pero no porque era el momento más triste de mi historia, sino porque sería un poco más reconfortante y ayudaría a no sentirme peor, a no sentir tanta angustia. Será por eso que si tengo que elegir, elegiría un día tormentoso y frío, y no un día de puro sol y calor.
 La lluvia nos acompaña y nos hace sentir vivos cuando nos toca; es un fenómeno además de natural, mágico. Quiero una noche tormentosa, con tazas de café y una buena compañía, además de la propia lluvia.

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